Ven y reposa
sobre mi regazo,
hermoso y
astuto felino de obsidiana.
Déjame
admirar tu belleza de cerca,
déjame
acariciar tu suave cuerpo azabache
y déjame
mirar tus ojos de esmeralda.
Ronronea
mientras acicalo tu cuerpo flexible,
déjame
recorrer tu columna morena con los dedos
y déjame
escuchar tu ronroneo plácido
mientras yo
me relajo pensando en mi amado.
¡Ah, hermoso
felino bruno,
cuánto me
recuerdas a mi amado!
Esos enormes
ojos de esmeralda
tan profundos
y arrogantes,
tan fríos y hermosos,
me recuerdan
a ese varón al que tanto amo,
tu ronroneo
se asemeja tanto
a su manera
tan ecuánime y lenta de hablar.
Mírame a los
ojos, minino tostado,
quiero evocar
su mirada morena
en tu mirada
aceituna,
proyectar sus
ojos cafés
en tus ojos
verdes.
Quiero
imaginar que en vez de mirarte a ti,
estoy viendo
a ese hombre
que me
hechizó con su mirada,
quiero
imaginar que tus altaneros ojos,
son los de
él… después de todo,
la arrogancia
de sus ojos,
es la misma
que la de los tuyos.