sábado, 25 de octubre de 2014

La poesía

Símbolos dibujados con tinta sobre un papel,
sonidos pronunciados por una voz lánguida,
palabras efímeras, pero jamás insulsas,
sentimientos intensos, pero jamás desbordados.
 
Tardes lluviosas en compañía de un café,
un whisky o quizá un cigarro, ¡vaya usted a saber!
Un hombre o mujer inspirados,
escribiéndole a un fantasma,
a un ángel o a un demonio.

Una vida condenada,
sin poder acariciar al ser amado,
un sentimiento que nace y muere en silencio,
páginas y páginas destinadas
a empolvarse y envejecer en un cajón.

Una vida condenada a la soledad,
a la incomprensión y la pasión,
una vida condenada a sufrirla
con los sentimientos a flor de piel…
Eso y nada más que eso,
es la poesía.

Oculi Feline

Caminando por la calle,
me encontré un gato negro,
lo contemplé largamente
y él también me contempló.

Nos miramos a los ojos,
me miró directo al alma,
sus profundos ojos verdes
me hicieron evocarte.

Tus ojos no son esmeralda
como los de aquel gato,
son del color del felino mismo,
tienen su misma profundidad.

Los ojos de aquel gato
son ecuánimes y fríos,
al igual que los tuyos
que son estoicos e impasibles.

Tienes ojos de obsidiana,
lóbregos y profundos,
misteriosos y graves,
arrogantes y bellos.

Sin dudarlo ni un segundo,
me llevé al gato a casa
imaginando que eras tú.
Al poco tiempo se fue,
jamás pude poseer
a tan bello y salvaje felino,
da igual, querido mío,
que aquel minino me abandone,
sí dejé que tú me abandonaras,
¿qué más da otro abandono?

sábado, 11 de octubre de 2014

Recuerdos

Era una tarde de septiembre, estaba a punto de caer la noche y afuera solo se escuchaba el ensordecedor ruido de una tormenta y de cuando en cuando un trueno se escuchaba a lo lejos, iluminando las habitaciones de esa, su casa, la casa donde Mateo vivía solo, una casa enorme para un muchacho como él, una casa tan solitaria, tan silenciosa con apenas lo necesario para vivir cómodamente. Constaba de una habitación mediana con una cama, un escritorio y una computadora empolvada que había dejado de usar hace ya muchos días, en la habitación, también había un librero lleno de varios textos de filosofía, de Cortázar y demás autores. Además, la casa de Mateo constaba de un pequeño comedor que era parte de la sala, es decir, una sala-comedor, la parte de la sala solo constaba con un sillón que tenía tres lugares, él siempre ocupaba el del centro, el cual ya estaba un poco hundido y desgastado y los dos espacios a los lados albergaban a veces libros, a veces CD’s, a veces comida y la mayoría de las veces, albergaban solo aire y silencio. Mateo era un muchacho de 18 años, muy delgado, con cabello largo hasta media espalda de color castaño bastante bien cuidado, ojos cafés y la tez morena, usaba lentes desde pequeño y disfrutaba pasar el tiempo leyendo libros de Filosofía y también le apasionaba leer a Cortázar. Esa tarde, se encontraba sentado en su mesa, con una taza de café negro que tanto disfrutaba beber cuando leía o simplemente se quedaba solo con sus pensamientos. Estaba completamente solo, escuchando la lluvia caer, no le gustaba ese sonido, le recordaba a ella, a Natalia, ella amaba ese sonido y él la amaba a ella, su vida había cambiado por completo desde que ella lo dejó sin darle más explicaciones, así que se levantó de la mesa, encendió su estéreo y puso el primer casete que encontró, comenzaron a sonar las notas del primer nocturno de Chopin, suspiró y apagó de inmediato el estéreo. Se dirigió a su habitación con esa melodía en la cabeza y esa mujer atravesada en los párpados, en la garganta más que nada… y le dolía… y se tragaba el nudo intentando deshacerlo, pero volvía a aparecer cada vez con más fuerza y entre más vehementemente intentaba deshacerlo, más violentamente aparecía y amenazaba con hacerlo estallar en llanto. Abrió la puerta de su cuarto y al entrar la cerró tras de sí, se tiró a la cama y sacó un libro de debajo de la misma: Jaime Sabines… ¡todo le recordaba a ella!, de pronto un mar de recuerdos se le vino a la mente, inundándola, arrasando con todo y sin evitarlo, sus ojos comenzaron a drenar esa violenta inundación… recuerdo tras recuerdo aparecían en su cabeza, nadando en su cerebro, saliendo por sus ojos, vívidas imágenes de momentos felices pero también de momentos dolorosos que acribillaban su corazón y quebrantaban su comodidad y su felicidad… durante meses había tenido estos episodios de recuerdos y de nostalgia. Harto de esto, salió a su balcón, se subió a la baranda, empapándose por la lluvia que acariciaba su rostro y empapaba sus largos cabellos, se quitó los anteojos y los botó lejos, cerró los ojos y se aventó, cayendo dos pisos abajo, quedando inconsciente, pero vivo… Días después despertó en el hospital, su madre al verlo lloró de alegría y lo abrazó muy fuerte, Mateo no dijo nada, solo la abrazó con extrañeza… después de todo, ya no recordaba ni quién era él mismo…y fue feliz de nuevo.