viernes, 6 de noviembre de 2015

La muerte

¿Qué es la muerte? Así llegué violentando el sepulcral silencio de aquella taberna de paso con mi cuervo sobre el hombro derecho. Todos fijaron su mirada en mí, y yo, ahí, como una estatua magnífica estaba parado en la puerta, esperando mi respuesta.
¿Qué es la muerte? Volví a preguntar pero todos callaban, solo me miraban y mi cuervo les graznaba impaciente, para los demás, quizá solo era un graznido lo que emitía, lo cierto es que él también hacía la misma pregunta que yo, solo que en su extraña lengua aviaria que solo los mismos de su especie comprenden. Saqué de mi bolsillo un cacahuate y se lo di a mi acompañante de azabaches plumas para que no se inquietara. Abriendo las alas y tomando con fuerza su pequeña botana en el pico, se calmó y yo avancé entre las mesas y mesas de hombres mudos y me senté en una silla al centro del lugar.
Nadie bebía, nadie comía y nadie hablaba, solo miraban con los ojos opacos. Luego de pensar mis palabras y haber encendido un cigarrillo, comencé mi discurso mientras mi emplumado acompañante voló hasta posarse en un cráneo de mármol blanco que había en las estanterías vacías en donde se suponía debería haber botellas.
La muerte… ¿qué es la muerte? Todos parecen hablar de ella como si la conocieran. Dicen que es ausencia, la nada, el regreso a lo que fuimos antes de ser concebidos… Mis ingenuos amigos, condenados al silencio, el hambre y la sed eterna, la muerte no es una simple ausencia, no… García Márquez alguna vez escribió que no hay peor forma de extrañar a alguien que la que sabes que no puedes estar al lado de tu ser amado y ¿saben qué? pues tenía razón… Eso es la muerte, es esa ausencia que no es del todo ausencia, dicho de otra forma, mis circunspectos amigos, es ese conocimiento que uno tiene de que tu ser querido ya no está, que ya no lo verás y sin embargo, anhelas con todo tu ser su regreso, de alguna forma, esperas que vuelva. Es ese extrañar eterno, ese descubrimiento que haces cada día de que la muerte ha marcado tu puerta con su maldita mariposa negra. La muerte, es la factura que nos pasa la vida, el precio por tanto amor se paga con la muerte, te pone los pies en la tierra y te hace ver lo miserable e insignificante de tu existencia porque ¿qué caso tiene vivir si de todas formas al final perecerás?
Entonces, mis amigos, ¿qué es la muerte? Es, a la vez, la ausencia y la presencia de todo: ausencia de alguien y presencia de su anhelo y recuerdo… Mis nefelibatos amigos, no están para saberlo, pero ¡ay de mí! hace exactamente 2 meses he perdido a mi general, estuve bajo su mando durante 18 años, casi 19 y ha abandonado ya el mundo terrenal víctima de unos jijos de su tal por cual incompetentes que han acabado con su heroica vida… ¡Ay de mi generala! Tanto le llora al general, tanto le lloramos todos al general… No saben qué falta nos hace, mis taciturnos amigos. El día en que fue traída su caja de fina y barnizada madera cerrada, yo, aún esperanzado, me creí que todo era un sueño, uno terrible… Esperaba que en cualquier momento, mi general entrara por aquella puerta quitando ese horrible moño negro que a merced del viento danzaba macabramente, esperaba que entrara con su enorme sonrisa, con su paso lento pero firme tan peculiar de él. Le velamos durante dos días, dormí en casa de la generala y aún ahí, esperaba que en cualquier momento sonaba como penetraba en el cerrojo la llave del general y entrara a casa diciendo que todo era broma, que en realidad se había escapado de las manos de esos malvados dizque médicos… pero, mis colegas, entonces fue cuando vi abierta la caja y acercándome a paso lento, mis piernas se doblegaron, mis ojos se llenaron de agua y mi garganta se cerró al ver aquel rostro adorado de mi general tras el horrible cristal del ataúd, ¡ah, qué terrible, qué terrible!
Mi general, con su gesto tan firme, tan serio como jamás le vi, tan frío, tan… tan… tan ausente y a la vez tan presente, tan cercano y a la vez tan ajeno. Las fotos que ahora miro, son injustas con su esencia, no llegan a ser ni la mitad de lo que fue él, mi general… no saben cuanta falta nos hace a todos, mis señores, sabemos que ya no regresará y aun así, aguardamos con esperanza su regreso, su entrada triunfal por la puerta
Sin embargo, a pesar de ver a la muerte cara a cara a través de ese frío y horrible cristal, no puedo definir del todo a la muerte… es por eso que estoy aquí, buscando una respuesta clara y, buscando a mi general… sí, a mi general.

Entonces me acerqué a la barra donde estaba un hombre todo vestido de negro admirando a mi emplumado amigo el cual volvía volando hacia mi hombro y jugueteaba con los mechones de mi cabello. Pedí una cerveza y entonces aquel hombre me hizo un gesto con la mano para que me callara y no me sirvió nada… volví a pedir mi bebida y sucedió lo mismo, luego otra vez y otra vez… ¡Carajo! En el más allá no hay de beber…

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