El hombre
ordinario fue joven y despreocupado,
libre de los
dolores, de los años que pasan,
invulnerable,
llevado por el viento
de esa
juventud que creía, por desgracia,
duraría
eternamente,
como si el
tiempo se detuviera, como si descansara.
Fuerte de
entusiasmo a sus veinte años,
estaba seguro
de dejar su marca,
diferente a
la de sus padres:
“Yo, verán,
yo voy a dejar mi marca”,
les dijo un
poco arrogante
entonces, que
tenía la vida delante.
Pero las
agujas al fondo del reloj,
toman la
medida y nunca se derogan,
ellas nos capturan,
dejando en su despertar
los sueños
que no se han realizado,
que se
desvanecen como un espejismo,
está en el
paso: la realidad.
Es la vida,
es la vida,
es la vida.
Y el martes
ajusta su reloj a la hora,
ya que de
repente, el tiempo se agota,
si Jadis no
fuera cartero,
este último
se hace precioso y contado,
y en medio de
esta vena buscada,
y se dice que
la vida pasa demasiado rápido.
La gran tele,
la pequeña visión,
el viaje
hacia el sur, a la liberación,
aceptar vivir
como un cordero,
seguir a la
masa, preparados para la tarea,
a remolcar el
tiempo que huye,
y el hombre
se da cuenta que ha hecho poco.
Pero las
agujas al fondo del reloj,
toman la
medida y nunca se derogan,
ellas nos
capturan, dejando en su despertar
los sueños
que no se han realizado,
que se
desvanecen como un espejismo,
está en el
paso: la realidad.
Es la vida,
es la vida,
es la vida.
Después el
hombre ordinario, se dice que raspa,
sabe bien que
está al lado de la placa,
todas las
mañanas el día de la marmota*
y su vida va
directo a un callejón sin salida.
¡Cómo le
gustaría cambiar el curso!
Tener la
audacia de dar media vuelta.
Es el coraje de
nuestras decisiones
lo que se
vuelve el motor de nuestras acciones,
es él quien
nos pone a cruzar el puente,
y la brecha
de la resignación,
pero si
estamos inmóviles o en movimiento,
una cosa es
segura: nada detiene al tiempo.
Pero las
agujas al fondo del reloj,
toman la
medida y nunca se derogan,
ellas nos
capturan, dejando en su despertar
los sueños
que no se han realizado,
que se
desvanecen como un espejismo,
está en el
paso: la realidad.
Es la vida,
es la vida,
es la vida.
Pero las
agujas al fondo del reloj,
toman la
medida y nunca se derogan.
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